Karen Vergara (31) se adentró en el feminismo desde pequeña. Había ciertos tratos, palabras y cuestionamientos que la hacían sentir incómoda y que fueron cobrando sentido con el paso del tiempo. Hoy lleva más de tres años trabajando en ONG Amaranta, organización feminista fundada en 2018 que trata temáticas de memoria, derechos humanos y género. Sin embargo, la periodista se dedica al ciberactivismo desde mucho antes, utilizando principalmente su cuenta de Twitter para compartir contenidos sobre feminismo y difundir los proyectos en los que trabaja.
La activista cuenta que en 2019, desde el estallido social, los discursos de odio en las plataformas digitales tomaron mucha fuerza, aunque la violencia ha estado presente desde que empezó a trabajar en medios de comunicación en el año 2010. “Usualmente las comunicadoras feministas nos enfrentamos a videos sexualmente agresivos, comentarios insistentes, amenazas de muerte. Esas cosas sí existen”, cuenta recordando los ataques que ha recibido en redes sociales.
Este año se publicaron los resultados de la investigación regional “¿Es posible debatir en medio de discursos de odio?”, realizada por la asociación argentina Comunicación para la Igualdad con el apoyo de la Fundación Heinrich Böll. El estudio se centró en cuatro países de Latinoamérica: Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay, con el objetivo de analizar el alcance que tienen los grupos antiderechos en redes sociales como Twitter, donde se analizaron las cuentas de 26 activistas feministas del Cono Sur.
“La principal conclusión que obtuvimos es que estos discursos socavan la libertad de expresión, porque tienen como consecuencia que las personas que reciben esos mensajes violentos se retiren de algunos espacios. Esto ocurre de diferentes formas: dejando de leer los mensajes que reciben, las notificaciones, pasando una cuenta de pública a privada, bloquear masivamente o, en el peor de los casos, cerrando sus cuentas”, dice Ludmila Fernández, periodista e investigadora de Comunicación para la Igualdad.
La era digital trasladó gran parte del debate a la esfera de las redes sociales. Es así como Twitter se ha transformado en una de las principales plataformas donde personas de diversa índole opinan sobre temas actuales. En los últimos años, tanto en esta como en las demás redes sociales, el ciberactivismo feminista cobró aún más fuerza. Las cuentas estudiadas suman más de 20 millones de seguidores, en un análisis que consideró 12 cuentas a favor de la igualdad de género y 12 en contra, entre agosto de 2019 y julio de 2020.
Los resultados de la investigación arrojaron que un 100% de las/os activistas feministas recibió violencia por parte de grupos antiderechos en redes sociales, de las cuales un 50% optó por reducir el diálogo con estas personas en comparación con las agresiones recibidas dos años antes. Además, se encontró que el aumento de la violencia fue aún mayor para las disidencias sexo-genéricas.
En 2019 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) lanzó el Plan de Acción contra el Discurso de Odio, donde se le define como “cualquier tipo de discurso, escrito o conductual, que ataca o usa lenguaje peyorativo o discriminatorio hacia una persona o grupo sobre la base de lo que son”.
Violencia digital en Chile
En 2016, mientras Karen hacía su Magíster en Estudios de Género e investigaba junto a la periodista Cecilia Ananías, ambas se dieron cuenta de que la violencia a través de dispositivos digitales era un tema poco explorado en Chile. Es así como decidieron investigar y dar con las primeras cifras con respecto a las experiencias de violencia digital que afecta principalmente a mujeres.
“Empezamos a hacer instancias informativas de juntas de vecinas, en distintas colectividades de todo tipo, desde scout a religiosas. La idea era tratar de entregar un poco de contexto, mostrar a lo que están expuestas las mujeres, niñas, adolescentes, la comunidad LGBTIQ+ y cómo podemos activar una comunidad para contenerles y dar estos primeros auxilios digitales”, dice Karen, quien en Amaranta se dedica a la línea de tecnología y cultura.
Para estudiar el efecto de los discursos de odio en Chile, la investigación de Comunicación para la Igualdad entrevistó a seis referentes feministas del país: Alejandra Valle, Constanza Valdés, Erika Montecinos, Karen Vergara, Natalia Valdebenito y Rayén Araya. Además, se analizó la actividad en sus cuentas de Twitter, con el objetivo de medir el diálogo que sostuvieron con los grupos antiderechos en sus publicaciones y su aumento o disminución con el paso del tiempo.
Un 100% de las/os activistas feministas recibió violencia por parte de grupos antiderechos en redes sociales, de las cuales un 50% optó por reducir el diálogo con estas personas en comparación con las agresiones recibidas dos años antes.
Los resultados dieron a conocer que Chile y Argentina son los países en donde cuatro de las seis encuestadas declaran haber recibido los tres tipos de violencia: estigmatización, agresiones e insultos y amenazas directas. Y a diferencia de Uruguay, donde se encontró que las agresiones eran menos frecuentes, en Chile y Argentina la violencia aumentó de nivel. Con respecto al debate entre activistas y grupos antiderechos, este fue menor que en los demás países.
“En Chile, todas las personas entrevistadas se manifestaron a favor de que exista más regulación en las redes, que todos los tipos de discursos se regulen. Eso tiene que ver con que las mujeres no nos sentimos demasiado protegidas en las redes sociales. No porque sea una red social significa que nos pueden decir cualquier cosa” dice la investigadora Ludmila Fernández.
Frente a los desafíos que presenta la violencia en las plataformas digitales surge el Proyecto Aurora, iniciativa que se enmarca dentro de la ONG Amaranta y que tiene como principal objetivo formar a mujeres en comunicación y ciudadanía digital. Esto a través de diferentes estrategias que buscan combatir ataques como el ciberacoso, los discursos de odio, las noticias falsas, el doxing y otros.
Más allá de las redes
La investigación “¿Es posible debatir en medio de discursos de odio?” demostró que el impacto de los discursos violentos va incluso más allá de las plataformas digitales. Aparte de los ataques recibidos en las cuentas de redes sociales, la mayoría de las activistas declaró haber sufrido violencia fuera de estas. De ellas, un 46% recibió mensajes intimidatorios personales, un 33% violencia en la vía pública y un 4,2% en su domicilio. Chile es el país donde más personas entrevistadas sufrieron violencia fuera de las redes.
Las amenazas a la integridad física son un aspecto más común de lo que se podría pensar. Los resultados arrojaron que el 66,7% de las activistas de Argentina y Chile han recibido amenazas contra su integridad física, integridad sexual e incluso contra sus vidas, mientras que en el caso de Paraguay y Uruguay un 50% de las activistas manifestó haberlas recibido.
“Las mujeres no nos sentimos demasiado protegidas en las redes sociales. No porque sea una red social significa que nos pueden decir cualquier cosa”.
La investigadora Ludmila Fernández cuenta cómo, en muchos de los casos, las/os activistas optan por cerrar sus cuentas para evitar el hostigamiento que reciben constantemente. “En Argentina, la legisladora Ofelia Fernández, terminó cerrando directamente su cuenta personal de Twitter. La cerró y no la volvió a abrir nunca más. No es deseable para el debate democrático de ideas que algunas personas opten por irse porque las tratan mal”, cuenta.
Debido a los daños tanto físicos como psicológicos que generan estos ataques, un alto porcentaje de las activistas entrevistadas expresaron haber reflexionado sobre su exposición pública en redes luego de los ataques. En el caso de Twitter fue un 83,3% de las personas, un 54,2% en Facebook y un 50% en Instagram. Para evitar la violencia, una de las principales alternativas fue el bloqueo de agresores, donde el 91,7% de las personas lo hacen en Twitter, el 58,3% en Facebook y el 37,5% en Instagram. https://www.theclinic.cl/2021/08/17/felipe-lecannelier-psicologo-especialista-en-infancia-los-papas-chilenos-quieren-que-sus-hijos-sean-un-pequeno-robot/embed/#?secret=QZDTGlqKhV
Sobre la separación entre el espacio virtual y el espacio físico, Karen Vergara señala que “hay personas que hablan de que la violencia en internet es un nuevo tipo de violencia y yo no siento que sea así, más bien siento que las tecnologías permiten ser el vehículo de otras violencias que ya existen, como la física y psicológica. La violencia de género en internet es violencia psicológica a personas con las cuales no estás frente a frente, en el fondo. Lo que hace es esta sensación de acecho permanente”.
Desafíos pendientes
Actualmente, en Chile no existe una regulación especialmente enfocada en la violencia digital. En noviembre de 2020, un grupo de parlamentarios, junto con diferentes organizaciones sociales, presentaron #NoMásViolenciaDigital, un proyecto de ley que busca sancionar el ciberacoso en sus diferentes formas, el que no ha podido avanzar en el Congreso debido a la pandemia.
El 66,7% de las activistas de Argentina y Chile han recibido amenazas contra su integridad física, integridad sexual e incluso contra sus vidas.
“A nosotras nos parece súper importante dar un enfoque que no sea desde el punitivismo, esto no se soluciona con más personas en la cárcel, sino que estos mismos proyectos de ley puedan establecer estos marcos normativos que permitan que existan recursos para poder realizar formación y capacitación en estas áreas”, dice Karen Vergara, quien también participó en la creación de este proyecto desde ONG Amaranta
Por otra parte, la mayoría de las personas entrevistadas a lo largo de la investigación coincidieron en afirmar que los medios de comunicación no moderan los debates sino que generan una mayor polarización, lo que gran parte de las veces deriva en situaciones violentas. En este sentido, el 100% de las activistas cree que los discursos de carácter violento deberían moderarse o prohibirse.
“Creo que el rol de los medios es seguir pensándose. Primero desarmar esta idea tan binaria y pensar que no todo se puede decir, que hay que generar momentos, espacios y ser cuidadosos. Cuidar el debate, generar un lugar protegido para poder conversar”, dice la investigadora Ludmila Fernández.
Con respecto al combate de los discursos de odio, Ludmila cree que “en general, actuamos de forma más aislada de lo que pensamos. Hay formas de actuar colectivamente y cuando lo haces actúas mejor que de forma individual. De hecho, los grupos anti género, lamentablemente muchas veces saben cómo actuar colectivamente. Creo que es importante que nos formemos, también tenemos que saber qué hacer si hackean tu cuenta, si están usando tu imagen y, en ese sentido, hay un montón de información disponible”.
Los resultados de la investigación demuestran cómo, más que fomentar el debate público y la democracia, el discurso de los grupos antiderechos termina silenciando múltiples voces, con comentarios que, muchas veces, se basan en agresiones y afectan directamente a una persona tras la pantalla.
Fuente: https://www.theclinic.cl