Burkina, en datos
Población: 17,5 millones
Media de edad: 17,1 años
Nivel de escolarización (de menores de 15 años): 36%
Población por debajo del umbral de la pobreza: 46,7%
Líneas de teléfonos móviles por cada 100 habitantes: 71,74
Usuarios de internet: 9,4%
Usuarios de Facebook: 490.000
El 31 de octubre de 2014, el pueblo de Burkina Faso se convertía en un ejemplo para todos los movimientos de contestación del continente africano. Los ciudadanos del país de los hombres íntegros —significado de Burkina Faso en mooré y diulá— habían conseguido deshacerse de Blaise Compaoré, presidente del país desde hacía más de 27 años. Desde entonces los burkineses son la envidia y la esperanza de movimientos sociales de todo el continente y han sido invocados en todas las protestas ciudadanas posteriores. Desde ese momento, la comunidad de ciberactivistas del país, reunida en torno al hashtag #Lwili, no ha dejado de ganar protagonismo nacional e internacional y de cohesionarse.
En los últimos años, los twitteros africanos se han concentrado alrededor de etiquetas nacionales que identifican el país desde el que twittean y poco a poco han ido creando comunidades locales. Es el caso de #lwili en Burkina Faso. El hashtag, que se utiliza desde 2013, hace referencia a un pañuelo tradicional en el que se representa un ave, el lwili pendée, siguiendo el símil del logo de Twitter. Algunos de los usuarios más activos en este hilo ya formaban un grupo que se frecuentaba y que mantenía contactos con otras comunidades locales de países limítrofes, a través de las actividades digitales. Sin embargo, los hechos de finales de octubre de 2014 marcaron el punto de inflexión en la evolución del colectivo.
Durante las protestas que desencadenaron la fuga precipitada de Compaoré, la etiqueta había sido únicamente un altavoz, pero tan eficiente que había llevado las reivindicaciones de los burkineses a todo el mundo. En septiembre de 2015, la sociedad civil del país se enfrentó a un nuevo reto determinante, un golpe de Estado protagonizado por el antiguo cuerpo de élite de seguridad del presidente huido. Las calles volvieron a llenarse de ciudadanos y las redes de tuits. En este caso, los ciberactivistas tenían ya más experiencia y también más prestigio, muchos más se dirigieron al hashtag para informarse y para protestar. La comunidad continuó creciendo a fuerza de compartir inquietudes.
Además, las radios, los medios de comunicación más populares en el país, fueron víctimas tempranas del levantamiento militar. Las redes se quedaron solas como fuente de información y como megáfono internacional de la resistencia ciudadana. Algunos de los movimientos sociales, como Balai Citoyen, también se giraron hacia la acción digital, después de la experiencia del octubre anterior.
Después de estos dos episodios, el grupo de twitteros que compartían un espacio virtual común ya se había convertido en una auténtica comunidad de ciberactivistas, con algunos miembros experimentados y respetados. Y, al mismo tiempo, las redes sociales se habían convertido en una herramienta fundamental de los movimientos sociales más transformadores.
La comunidad demostró que había abandonado la posición reactiva de las primeras experiencias cuando encaró las elecciones de finales de noviembre de 2015 proponiendo una acción organizada. La iniciativa #LwiliVote fue acompañada de una campaña mediante la que interpelaban a los candidatos sobre los temas más importantes de sus programas electorales antes de las votaciones y de la formación de observadores que fueron instruidos en la estrategia de vigilancia de las elecciones.