Las movilizaciones ciudadanas no siempre transcurren en las calles. A través de las redes sociales y distintas plataformas se ha ido desarrollando el activismo digital o ciberactivismo, en el que se moviliza a la opinión pública para defender distintas causas. No hay manifestaciones o discursos en plazas, sino vídeos, hashtags, correos electrónicos y podcasts para crear una comunidad unida en torno a una idea, ejercer como lobby para incluir temas en la agenda pública o presionar a los políticos o empresas para adoptar (o no hacerlo) una medida.
Los espacios digitales y las redes sociales se han convertido en puntos de encuentro virtuales de gente de toda procedencia social y sin límites geográficos, al romperse las barreras físicas que los distanciaban en el mundo real. Millones de personas pueden conectarse a través de distintos medios, debatir, reflexionar y difundir de manera masiva un mensaje para darle visibilidad, todo ello de forma pacífica.
Las primeras movilizaciones llegaron con la popularización de Internet, a finales de siglo, para protestar contra la globalización con el lema ‘otro mundo es posible’. Les siguieron las manifestaciones contra la guerra de Irak, suponiendo la irrupción de las redes sociales el impulso definitivo para organizar, en 2011, la primavera árabe y el movimiento 15M en España. Era el paso de la manifestación física a la virtual, favorecida por el hecho de que en Internet es más fácil acceder a las personas que tienen el poder para tomar decisiones y dirigirse, directa y públicamente, a los perfiles oficiales de empresas e instituciones. Más recientemente el movimiento #MeToo, que surgió en Estados Unidos para denunciar la violencia sexual en la industria cinematográfica, se extendió por todo el mundo. En Europa llegó a crearse legislación para que solo el consentimiento explícito fuera válido en una relación sexual. También supuso una revolución el movimiento en las redes para concienciar sobre la crisis climática liderado por la joven Greta Thunberg, al que acompañó su reivindicación física en foros internacionales.
ONGs que usan el activismo virtual para respaldar sus campañas de concienciación
ONGs tradicionales como Oxfam Intermón, Amnistía Internacional o Greenpeace recurren desde hace años a Internet para incrementar la conciencia social sobre sus causas a través de memes, vídeos, imágenes o gifs animados. Incluso se han incorporado los ya famosos códigos QR, utilizados por Amnistía Internacional en la acción #FreeSaudiWomen para pedir la liberación de activistas encarceladas por defender la igualdad entre mujeres y hombres en Arabia Saudí.
El ciberactivismo se ha visto aún más potenciado debido a la pandemia, teniendo en Colombia uno de sus exponentes más fuertes en la primera mitad de este año. Además de manifestarse en las calles, los ciudadanos han utilizado las redes para reivindicar sus protestas sociales a través de vídeos de denuncia utilizando uno de los últimos canales en incorporarse al ciberactivismo: TikTok, donde se popularizó el hashtag #NosEstanMatando. Por su parte, consciente de la fuerza que tienen estas movilizaciones internacionales, el gobierno cubano no dudó en cortar la conexión de Internet después de que comenzaran a difundirse vídeos con las manifestaciones que se produjeron en distintos puntos de la isla a mediados de julio.
Entre los motores más conocidos del ciberactivismo está Avaaz, una organización civil estadounidense que tiene como objetivo «eliminar la brecha entre el mundo que tenemos y el mundo que la mayoría de la gente quiere» mediante la movilización a través de Internet, para que los esfuerzos individuales se conviertan en una fuerza colectiva que impulse el cambio. Entre otras causas, se ha movilizado para acabar con los combustibles fósiles, por un Internet libre de censura gubernamental, por la conservación de los océanos, por ayudar a los refugiados sirios (con suministros y reuniendo a los niños con sus familias, por ejemplo) y por salvar a las abejas de los pesticidas neonicotinoides que están acabando con ellas.
Change.org es otra plataforma nacida en torno al activismo digital. Sirve para publicar peticiones de carácter sobre todo social y reivindicativo de los derechos humanos, aunque alberga todo tipo de súplicas que se respaldan con firmas (sin validez legal, al no registrarse números de DNI). Entre otras, Change ha acogido la petición de Priscilla Ludosky, una francesa que reclamaba la bajada de los precios del carburante en su país. La iniciativa recogió más de un millón de firmas y culminó en la revuelta de los chalecos amarillos en Francia
Finalmente, la plataforma ‘osoigo’ busca una comunicación transparente entre ciudadanos y políticos, ejerciendo como correa de transmisión entre unos y otros y dando visibilidad a cuestiones como la importancia de los referentes para los niños gitanos, la desaparición de las terapias de atención temprana para niños pequeños y los problemas de salud mental que la pandemia está provocando en la población adolescente.
Protestas online y desobediencia civil
Además de este activismo digital basado en el establecimiento de la agenda política y la concienciación de los problemas, hay un segundo nivel, asociado a protestas webs o incluso a la desobediencia civil. Cuando el año pasado la policía estadounidense abrió una app para que los ciudadanos enviasen vídeos de los asistentes a las marchas del movimiento Black Live Matters, los seguidores del pop coreano (conocidos como K-poppers) se pusieron de acuerdo por Twitter y llenaron la aplicación de fancams (vídeos cortos de ídolos K-pop bailando) hasta colapsarla. Las K-poppers (en su mayoría son mujeres) también actuaron para ocultar mensajes supremacistas blancos estadounidenses enviando fancams con el mismo hashtag que utilizaban los racistas; y se unieron a los TikTokers para boicotear la campaña de reelección de Donald Trump: reservaron un millón de plazas para asistir al evento inaugural de la misma, cuando el aforo del lugar del evento era de 19.000 personas.
Se podría hablar de un tercer nivel de ciberactivismo, pero estaría cercano a la ciberdelincuencia: hackeo de algunas webs, uso de bots para viralizar determinados asuntos en las redes sociales e incluso prácticas de ciberterrorismo.
Fuente: Elcorreo.com